Esto no es fútbol: Las repercusiones de la guerra del hotel

Guerras, batallas y escaramuzas. Durante este Tour ganado con poderío, Alberto Contador tuvo que disputar dos guerras, la de la carrera y la del hotel; varias batallas en la carretera, perdidas y ganadas, como Verbier y La Colembiere; un golpe de autoridad, como Waterloo para Napoleón, con la contrarreloj de Annecy; e infinidad de escaramuzas que a modo de guerra psicológica emplearon las nuevas tecnologías y el twitter de rigor, obstáculos para el único objetivo que se había impuesto. Ganada la guerra, realizó Contador la declaración del triunfador, poniendo los puntos sobre las íes, y dejando escapar toda la tensión acumulada con esa afirmación de caminos separados con la que cerró su rueda de prensa.

Ayer, por el Mont Ventoux, la “colina” en la Provenza francesa o el paisaje lunar desde la que se puede ver París, el ciclista de Pinto quiso engrandecer su triunfo. No sólo era compañerismo, mal disimulado, sino cumplir los designios del ciclismo de siempre, del antiguo sin pinganillos, aquel que asigna el valor de un triunfo según los ciclistas que te acompañan en el podio de los Campos Elíseos.

Por primera vez en diez años, Lance Armstrong tendrá que esperar a una fotografía histórica, y a la petición de otro ciclista para que le acompañe y suba con él al lugar del primero. Para alguien tan orgulloso como el tejano supone la primera afrenta en la nueva guerra abierta entre los dos ciclistas de cara al nuevo campo de batalla: Tour 2010. Contador lo sabía, había tejido su plan la víspera, y por eso no quiso ganar ayer la etapa.

Piensa Armstrong, que no tiene en cuenta la reflexión anterior, ni la trampa encubierta que encierra su acceso al podio… (continuación en sportyou).

Esto no es fútbol: Del pinganillo al aburrido cerebro del ciclista

La dirección del Tour impuso una jornada sin el uso del pinganillo entre los equipos, buscando llevar al ciclismo a sus orígenes, al universo de los años 80, los tours donde mandaban los corredores y sus instintos, de los ataques largos y la lucha sin cuartel en todo el recorrido. Sin embargo, el ciclismo como tal ha cambiado, se ha industrializado porque alguien ha comprobado que ese modelo funciona (piensen en Lance Amstrong, y valoren cómo de buena ha sido su aportación a este deporte). Como decía Henry Ford cuando creó su empresa, el problema de sus trabajadores es que vienen con cerebro y yo quiero sólo sus brazos. Y empiezo a pensar que los directores y los mandamases de los equipos es justo lo que quieren o buscan, sólo dos piernas sin cerebro, del resto ya se encargan ellos, para eso tienen el pinganillo..

El ciclista romántico, escuela a la que se apunta Contador, alma libre encorsetada en la estructura de un equipo que controla todo, hasta el tran tran al que debe moverse el pelotón, reniega de los pinganillos, y sueña con el ciclismo que le han contado sus viejos amigos en sus entrenamientos, esperando movimientos, ataques, algo de vida y rebelión entre sus enemigos. Pero éstos no llegan, convirtiendo las expectativas del inicio de carrera, en el tedio y el aburrimiento que ellos no querrían. El ciclista de Pinto sabe que si eso se da, se arrastrará a los espectadores a las pantallas de televisión. En caso contrario, estarán enseñando a sus sufridos seguidores el camino al descanso siestero, ese que trae impuesto el pinganillo industrial.

Los corredores se rebelaron contra su ausencia, mostrando que tienen cerebro, aunque en realidad estaban engañando con su predisposición, por el riesgo que supone correr sin él, dicen. Las viejas glorias, ciclistas de leyenda, se ríen de la afirmación, y más, cuando muchos de ellos, ni en carrera lo llevan puesto… (continuación en Sportyou).