La dirección del Tour impuso una jornada sin el uso del pinganillo entre los equipos, buscando llevar al ciclismo a sus orígenes, al universo de los años 80, los tours donde mandaban los corredores y sus instintos, de los ataques largos y la lucha sin cuartel en todo el recorrido. Sin embargo, el ciclismo como tal ha cambiado, se ha industrializado porque alguien ha comprobado que ese modelo funciona (piensen en Lance Amstrong, y valoren cómo de buena ha sido su aportación a este deporte). Como decía Henry Ford cuando creó su empresa, el problema de sus trabajadores es que vienen con cerebro y yo quiero sólo sus brazos. Y empiezo a pensar que los directores y los mandamases de los equipos es justo lo que quieren o buscan, sólo dos piernas sin cerebro, del resto ya se encargan ellos, para eso tienen el pinganillo..
El ciclista romántico, escuela a la que se apunta Contador, alma libre encorsetada en la estructura de un equipo que controla todo, hasta el tran tran al que debe moverse el pelotón, reniega de los pinganillos, y sueña con el ciclismo que le han contado sus viejos amigos en sus entrenamientos, esperando movimientos, ataques, algo de vida y rebelión entre sus enemigos. Pero éstos no llegan, convirtiendo las expectativas del inicio de carrera, en el tedio y el aburrimiento que ellos no querrían. El ciclista de Pinto sabe que si eso se da, se arrastrará a los espectadores a las pantallas de televisión. En caso contrario, estarán enseñando a sus sufridos seguidores el camino al descanso siestero, ese que trae impuesto el pinganillo industrial.
Los corredores se rebelaron contra su ausencia, mostrando que tienen cerebro, aunque en realidad estaban engañando con su predisposición, por el riesgo que supone correr sin él, dicen. Las viejas glorias, ciclistas de leyenda, se ríen de la afirmación, y más, cuando muchos de ellos, ni en carrera lo llevan puesto… (continuación en Sportyou).