Esto no es fútbol: Nadal y el público, matices a unos silbidos sin importancia

Esto es una réplica a la entrada de Frédéric Hermel donde daba su punto de vista sobre los silbidos a Nadal en Roland Garros.

A la hora de hacer un análisis de una situación determinada, conviene no dejarse llevar por lo que se puede ver en la televisión, ni acotar el ejemplo a unos casos puntuales que vienen acompañados de matices. Las mismas, imágenes de televisión y ejemplos usados, pueden llevar a engaño, porque se muestran cosas que suceden en la competición, pero no se muestra la trastienda, aquella que dice que el jugador que despierta mayor seguimiento y admiración en las pistas de entrenamiento es Rafael Nadal. Si se supone que cae mal a la gente de Roland Garros, como afirma Frédéric Hermel en su texto, ¿cómo es posible que suceda lo segundo? Si alguien no cae bien, nadie se va a acercar a verle entrenar. Si ocurre lo contrario, será porque despierta admiración. Otra cosa es que lleve cuatro años sin perder un partido, y se de el caso, como ocurrió en el partido contra Soderling, que el público pueda llegar a ver algo histórico. ¿Qué pensar? Que los espectadores tenderán a ponerse del lado del más débil, principalmente porque nadie quería ver otro paseo del español. Y es ahí donde la gente presiona y silba.

Las imágenes mostraron que el público francés, en el partido de Federer contra Monfils, apoyaron al suizo, a pesar de jugar contra el único tenista francés que ha mostrado opciones de llegar lejos en su torneo. ¿Les caía mal Monfils? No lo creo. ¿Les cae mejor Federer? Tampoco lo creo, simplemente que el público sabe que con el suizo en liza y avanzando hacia la final, puede ver también un acontecimiento histórico.

Imagino que, cuando Adriano Panatta estaba a punto de ganar por primera vez en Roland Garros a Bjorn Borg, el público animaría al italiano y se echaría encima del sueco. ¿Por qué? La respuesta es simple, porque iban a vivir un momento que no había tenido lugar desde que sueco de hielo debutó en París. Y nadie dijo que Borg le caía mal al público de Roland Garros… (continuación en Sportyou).

Esto no es fútbol: El cuento de las cuentas, o el valor real de la estadística

Cuando en el mundo del deporte se habla de números, por lo general la gente mira para otro lado. Sin contar el fútbol y todo lo que se mueve alrededor de él, donde los datos sólo tienen sentido para el universo de las apuestas deportivas (y curiosamente en Europa es el deporte que mueve más dinero). Por esa razón me gusta la afirmación de Paul Shirley en su columna ‘Estadísticas y falsedades’: “en el mundo de las estadísticas nadie tiene toda la razón sobre nada”. Y subrayo yo, se necesita a alguien que sepa de verdad analizarlas (como ese término tan en boga hoy en día en el universo de los medios online llamado analítica web, que clarifica el enorme caudal de datos informativos que genera una Web, cuyo valor interpretativo es imprescindible para plantear la estrategia futura).

Así que, el problema reside en la interpretación de esos datos númericos. No la hay o nadie la realiza de la manera que se debe llevar a cabo. ¿Por qué? Entiendo que por aburrimiento. En realidad, es una tarea que, o te apasiona, o a quien hayan señalado para realizarla, la terminará dejando en el montón de trabajos pendientes. Sin embargo, la importancia verdadera reside en el análisis o interpretación de esos datos (como el analista web del que hablaba antes), en las estadísticas y en la información importantísima que generan la combinación de los mismos. Números, estadística, datos… en el fondo es información para preparar una estrategia. Y esto pocos lo ven.

Llevándolo al terreno del fútbol, y saltándome una regla sagrada de esta columna, supondría dar mayor importancia a lo realizado por aquel jugador que se lleva todos los titulares por destacar en uno o dos partidos al año (los mediáticos, en terminología de los “buenos” narradores de fútbol de este país), mientras existe otro jugador que al calor de los datos, muestra que su rendimiento es muy válido y notorio partido tras partido, independientemente del valor mediático del mismo (usemos el ejemplo de este gran FC Barcelona de Guardiola, y salen a la palestra varios nombres).

Regreso otra vez a la citada columna de Paul Shirley (de lectura obligatoria todos los lunes), en este caso planteando un ejemplo en el baloncesto, en concreto, sobre la importancia de un jugador cuando está en la cancha: “la estadística, en esencia, mide el impacto de un jugador sobre el resultado final haciendo un seguimiento de los puntos marcados cuando el jugador está en la cancha y cuando está en el banquillo (…) quieren evaluar por qué sus jugadores son mejores o peores que otros y, en consecuencia, si seguir pagándoles o no.

Es decir, tomas una serie de variables como deportista, juego, implicación, tensión, resultado, estadísticas, información… y el resultado debe darnos la estrategia a seguir… (continuación en Sportyou).

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Esto no es fútbol: Tecnodopaje o el dilema de la FINA

Más rápido, más fuerte, más alto“, dice el lema de los JJ.OO. También se hace hincapié al fair play, a participar y competir antes que ganar. Pero en una sociedad tan dada a idolatrar la fama, lo único que compensa es la victoria y más en un escaparate con tanta repercusión como el de los JJ.OO. Sumemos otra variable: el marketing y la publicidad. Si la incluímos en la sociedad de la información en la que vivimos, lo único que interesa a cualquier directivo, y en el fondo al deportista, es que su deporte esté de alguna manera en los medios. Así aparecen los patrocinadores. La cuestión, en cambio, es a qué precio.

Si echamos la mente atrás, a Pekín y a la primera semana de competición, hubo un deporte que destacó por marcas y records mundiales. Ese fue la natación. En la piscina la gente se quedó asombrada por las marcas, que sin embargo, apuntaban a la nueva gama de bañadores, no a las nuevas técnicas utilizadas para repeler el efecto del oleaje causado por los nadadores, ni al estudio de la nueva forma de preparación de los deportistas, con técnicas que les habían hecho bajar sus marcas unas décimas, ni a la preparación física, ni a la depuración del estilo… todo miraba a los nuevos bañadores y a la palabra que se puso de moda: el tecnodopaje. Y de ahí a las dudas de las marcas.

Sin embargo, en un deporte apasionante, donde no hay lugar a engaño y siempre gana el mejor, y que vivió el momento más apasionante de los pasados juegos de Beijing (la final de los 100 mariposa), pero aburrido para el común de los espectadores, la vida de los deportistas exige mucho sacrificio, da poco resultado económico, a no ser que seas una estrella mundial en el mundo del deporte, y para destacar exige resultados, algo que sólo se puede medir en tiempo. Vales lo que nadas. El cómo, y dentro de la legalidad, depende del deportista.

A partir de aquí todo se disparó con el beneplácito de la FINA… (continuación en Sportyou).

Esto no es fútbol: Las 10.000 horas

Ese otro deporte no tan mediático también existe. Este fin de semana no sólo se jugaba la Copa Davis en España, también se estaba disputando el Campeonato de Europa de Atletismo en pista cubierta de Turín. Si unimos Europa y pista cubierta, a España le salían cuentas de posibles medallas, que al final es lo que atrae a quien no le gusta de verdad el deporte.

Pese a esa posibilidad de triunfos en perspectiva, al atletismo español le falta un Nadal que tire del carro. Una figura que atraiga audiencias como en Barcelona 92. Existe otro problema añadido: en España es imposible llenar un estadio, o pabellón si hablamos de pista cubierta, cuando se trata de una competición de atletismo. Uno ve por Eurosport o Canal + las cosas que se organizan en Europa central y siente envidia de los recintos llenos, del público aplaudiendo y animando. Lo mismo es cuestión del frío externo y del hecho de poder pasar calor viendo a gente correr y ejercitarse. Entiendo que es más cosa de cultura deportiva, con un fútbol que no llena y nubla las ilusiones de todos los niños. Sin embargo, ambos deportes, tenis y atletismo, van unidos por la teoría de las 10.000 horas, con la variable del dinero que mueve uno y otro deporte. Aunque, si eres una estrella en ambos deportes, ese matiz desaparece.

Las 10.000 horas significan el tiempo necesario de entrenamiento, o la experiencia acumulada en una actividad determinada, que una persona necesita para lograr destacar en algo. En este caso sería la base de entrenamiento, durante sus años jóvenes, de un deportista de élite para llegar a ésta. Pensemos por qué El Gerruj, Coe, Fermín Cacho, Bubka, Gebresalassie, Isinvayeba, Bekele, Nadal, Messi, Bolt o Phelps son tan grandes… (continuación en Sportyou).

[En NdF | Del hedonismo de Reyes al compromiso de Fernando Torres]

Esto no es fútbol: El regreso de Kurt Warner

La mentalidad de la sociedad americana, y en concreto la del deporte americano, vive de crear leyendas, de llevar a los altares a los deportistas que luchan contra su destino y logran el éxito. Me entero de la historia de Ken O’Brien, quarterback de la NFL en la década de los 80 y principios de los 90, que al inicio de su carrera era interceptado con bastante frecuencia en sus lanzamientos. Para tratar de atajar este problema, a un abogado listo del club se le ocurrio redactar una cláusula en el contrato de O’Brien, penalizándole cada vez que le interceptaran. ¿Qué sucedió después? Que ante tal grado de confianza demostrado por su club, O’Brien reaccionó de la manera que se podía esperar ante semejante incentivo, paró de lanzar el balón, y se dedicó a jugar a base de carreras. Evidentemente, no pasó de ser un nombre más en la lista de profesionales que jugaron en la NFL.

La SuperBowl XLIII es la del regreso del gran Kurt Warner. Sus últimos años de carrera tienen su imagen en lo que le ocurrió a nuestro O’Brien. Aquellos que un día le encumbraron y perdieron la confianza en él. Vuelven las historias que siempre le han acompañado para engrandecer su leyenda: aquel jugador profesional que no encontraba equipo y se tuvo que ganar la vida un año cargando cajas en un Wal-Mart. De nuevo la historia del jugador que en la temporada 1998 entró como tercer quarterback de los Saint Louis Rams y que en la temporada de 1999, con sólo un partido de experiencia, fue pieza clave en la temporada, hasta ser MVP de la liga con unos registros sorprendentes para alguien con tan poco nombre, y conquistar la Superbowl del 2000. El chico de provincias convertido en héroe. El ideal del sueño americano… (continuación en sportyou).