Conocí a Lucas a través de su hermana Susana, cuando salía con ella (ahora sólo nos une una gran amistad ¿Por qué trato de engañarme?), y se puede decir que con el tiempo nos hicimos inseparables.
Recuerdo ese día, hace más de tres años que nos conocemos, como si hubiera ocurrido ayer mismo:
-Mira, Eduardo, éste es mi hermano Lucas -dijo Susana y, acto seguido, nos dimos la mano. Ya cuando nos vemos nos abrazamos.
-Vaya, tienes nombre de evangelista -comenté.
-Peor hubiera sido llamarme Judas -respondió Lucas.
Los tres sonreímos, fue una sonrisa sincera.
La historia de su nombre es, cuando menos, curiosa. Sus padres, personas muy religiosas, habían decidido, antes de que naciesen, tener cuatro hijos varones para poder ponerles los nombres de los cuatro evangelistas. El Nuevo Testamento era por aquella época el libro de cama de su padre. Al primer hijo le pusieron por nombre Juan y al segundo, que era él, lo llamaron Lucas. Todo se desarrollaba según sus planes hasta que nació el tercer hijo. Fue niña. Su religiosidad decayó, el Nuevo Testamento dejó de ser el libro de cama y a la niña la llamaron Susana. A partir de ese día decidieron no tener más hijos.
-¿Qué pasó con la americana? -preguntó-. ¿Cómo se llamaba?
-Allison -respondí.
-¿Qué sucedió? Te veía tan…
-Encoñado, eso quieres decir.
-Exacto -afirmó-. No me digas que te cansaste de hacer el amor con ella, si uno puede terminar por cansarse de hacer eso.
Pensé que con esta afirmación se estaba contradiciendo, que no guardaba relación con lo que anteriormente había expuesto. En cierta forma se estaba rindiendo ante la evidencia de que era mejor un buen cuerpo que una cara inteligente y bonita.
-Me cansé -aclaré sin entrar en controversia con él-. Considero al amor como un sentimiento muy profundo, y al sexo como algo de lo que se puede llegar a prescindir si es necesario. Además, alguien dijo una vez que el sexo sólo era una cuestión de centímetros-. Fue uno de mis pocos momentos de lucidez en mucho tiempo, incluso proseguí-. ¿Sabes la sensación de vergüenza que produce pensar que estás dando placer a una persona y ésta empieza a susurrarte al oído el nombre de otro?
Woody, gritaron en mi cabeza y continuó, como si se tratara de un eco, durante un buen rato.
Se empezó a reír a carcajadas.